Teenagers*

Ser adolescente es muy duro. Y si no, que se lo pregunten a mi prima que, con quince añitos, está en plena edad del pavo.

Como buena quinceañera que se precie, está insoportable. Pero no, el problema no es ella, somos los demás, que no la entendemos. Su madre no la escucha cuando habla, y, para colmo, su padre le pone caras raras. Pero, ¡ah!, los padres de su amiga, esos sí que son excepcionales.

- ¿Y qué son? -preguntó mi tía.

- ¿Y qué son, y qué son? -respondió ella imitando la vocecilla de su madre- ¿Tú te crees que yo voy por ahí preguntando en qué trabajan los padres de mis amigas?, ¡Pues no!

- ¿Pero, entonces, se puede saber qué hacen para ser tan excepcionales? -preguntó intrigado su padre.

- ¡Pues nada!- respondió mientras nos miraba de hito en hito con cara de no-os-estáis-enterando-de-la-fiesta.- La dejan hacer lo que quiere y no tiene hora para ir a casa. Y si alguna vez su madre la escucha detrás de la puerta o la mandan hacer algo que no la apetece, les manda a tomar por el culo.

- Tienes razón hija mía, si hacen eso, está claro que son unos padres realmente excepcionales -. Sentenció mí tío.





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*Dedicado a todos aquellos que conviven o tienen algún adolescente en su familia. Tened compasión, ¡La culpa es de las hormonas!


September

Y de repente, llegó Septiembre.

Se acabaron las charlas nocturnas al aire libre, las cenas en el patio, las perseidas, los helados de fresa, la ropa fresca de colores alegres y las sandalias con las uñas de los dedos pintadas.

Septiembre es época de cambios, de gastos, de comienzo del frío (al menos por aquñí), de escaparates llenos de gris, de material escolar. De gente que regresa, de gente que se va.

Septiembre es época de transición, conlleva cambios. Se acaba el verano.

Comienza el otoño.