Hace un tiempo, mi compañera de trabajo y yo hicimos un curso. Teníamos muchísimas ganas de hacerlo, puesto que era un tema que nos interesaba y, además, lo gestionaba nuestra empresa. Es decir, era gratis.
Hasta ahí la parte buena.
Los problemas empezaron cuando nos dijeron que el curso sería fuera del horario laboral.
¡MEC! Nos habían asegurado que el curso iba a impartirse entre semana.
Después resultó que las fechas del curso serían durante dos fines de semana que teníamos planeado una escapadita... Así que a cancelar planes, qué le vamos a hacer (el curso lo merecía).
Y, claro que sí, el curso lo merecía. Y fue muy interesante. Y aprendimos muchas cosas que no sabíamos...
Pero en la sala donde estuvimos hacía un frío que pela, el curso se hizo demasiado denso y, para colmo, la profesora era una borde.
- Acabé muy rebotadada tía -me decía mi compa el lunes siguiente-, y todavía no entiendo por qué narices la profesora no hacía más que reñirnos cada vez que se acercaba a nosotras. Tendría que comprender que era algo que no habíamos visto nunca y que estábamos aprendiendo.
(Es cierto, la profe en cuestión no tenía nada de paciencia y tuvo un par de gestos que no me gustaron nada)
- Fíjate si acabé rebotada -seguía contándome- Que el domingo, cuando por fin terminamos, al salir del hospital, me crucé con un abuelillo que subía por la rampa, y le dije "¡Señor!, ¡Haga el favor de llevar la muleta en la otra mano, por Dios!"
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Hace 4 años